Weretilneck hunde la salud pública: colapso total en hospitales y guardias
La situación del sistema de salud en Río Negro se convirtió en la muestra más cruda del deterioro político y administrativo del gobierno de Alberto Weretilneck. Lo que antes era un reclamo sectorial hoy se transformó en una crisis profunda, visible en cada hospital, en cada guardia desbordada y en cada trabajador que denuncia condiciones indignas mientras el Ejecutivo mira hacia otro lado.
En los hospitales públicos la realidad es alarmante: faltan médicos, faltan enfermeros, faltan terapistas y faltan especialistas. Servicios críticos trabajan con la mitad del personal necesario. Las guardias funcionan sobrecargadas, con profesionales agotados y con salarios que quedaron pulverizados. La consecuencia es el colapso silencioso de un sistema que ya no puede garantizar una atención adecuada.
Alberto Weretilneck, Facundo López y todo JSRN están en retirada. El resultado de la última elección lo confirma.
— Pablo Barreno (@PabloBarrenoV) November 20, 2025
Y por ese motivo están ejecutando su plan de salida a través del pacto de impunidad consagrado con los jerarcas del Poder Judicial: pic.twitter.com/7FOhJAoRE6
A eso se suma la falta de insumos básicos. En distintos centros sanitarios se suspendieron cirugías programadas por no contar con materiales elementales. Medicamentos esenciales escasean, laboratorios se ven limitados por equipos que no se reparan y estudios de diagnóstico se postergan durante semanas por máquinas fuera de servicio. Es un abandono que se siente en la práctica, todos los días.
Los trabajadores de la salud vienen realizando protestas, asambleas y medidas de fuerza que el gobierno intenta minimizar, como si fueran hechos aislados. Pero la realidad es otra: es una crisis estructural que se agrava por decisiones políticas erradas, por la ausencia de planificación y por una conducción que optó por el ajuste en el área más sensible del Estado.
Weretilneck, lejos de asumir responsabilidades, sigue atrapado en su propio desgaste. Su gobierno prioriza acuerdos políticos, endeudamiento y maniobras financieras mientras el sistema sanitario se desmorona. No hay inversión real, no hay modernización, no hay refuerzos y no hay un plan serio para frenar el deterioro.
La situación ya golpea directamente a la población: pacientes que esperan horas para ser atendidos, servicios que funcionan de forma intermitente, derivaciones que se multiplican por falta de especialistas, familias que llegan a un hospital sin la certeza de si habrá médico, camillas o medicamentos.
En este escenario, la conducción de Weretilneck queda expuesta como una de las más ineficientes de los últimos años. Su incapacidad para sostener el sistema de salud demuestra una gestión sin rumbo, agotada y desconectada de las necesidades reales de la provincia.
Mientras avanza en nuevos endeudamientos y alianzas políticas para mantenerse en pie, la salud pública se convierte en la primera víctima de un gobierno que no supo, o no quiso, proteger lo esencial.
El colapso sanitario de Río Negro no es una consecuencia inevitable: es el resultado directo de una administración que abandonó el sistema, deterioró su estructura y empujó a miles de rionegrinos a enfrentar la enfermedad con un Estado debilitado. Y en ese fracaso, la responsabilidad política de Alberto Weretilneck es absoluta.







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