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VIDEO | Teté Coustarot, la reina patagónica que conquistó Buenos Aires y aún marca estilo en los medios

Nació como Stella Maris Coustarot en General Roca, Río Negro, un 20 de junio de 1950.
Su adolescencia transcurría entre Buenos Aires y Rio Negro.
La conocemos por los desfiles de moda que eran presentados en la televisión Argentina con Roberto Giordano.
En general Roca tiene a su familia y visita la ciudad en la fiesta de la Manzana y en otros momentos del año.
Todavía es un emblema de la televisión y la moda Argentina.

En un país donde las figuras mediáticas aparecen y desaparecen con la misma velocidad con que se renueva una historia de Instagram, hay nombres que siguen sonando con respeto.

Uno de ellos es el de Teté Coustarot, esa mujer de sonrisa serena, tono calmo y presencia imponente, que desde hace más de cinco décadas forma parte del paisaje audiovisual argentino.

Nació como Stella Maris Coustarot en General Roca, Río Negro, un 20 de junio de 1950. Hija de una maestra y de un publicista, aprendió desde chica el valor del esfuerzo y la disciplina.

A los 16 años fue coronada Reina Nacional de la Manzana, un hecho que marcaría el inicio de un recorrido que la llevaría de los valles patagónicos a las pasarelas de Buenos Aires y luego al corazón de la televisión nacional.

De la belleza natural a la inteligencia mediática

En los 70, cuando la televisión en color empezaba a instalar una nueva estética, Teté se convirtió en una de las modelos más reconocidas del país. Su imagen era sinónimo de elegancia, pero detrás de ese porte refinado había una mujer de ideas claras, que no se conformaba con posar para la cámara.

Por eso estudió Periodismo en la Universidad Nacional de La Plata, una decisión que definió su carrera futura.

La chica de Roca no se quedó con el título de "bella", sino que lo transformó en una herramienta. En tiempos en que las mujeres en los medios estaban más para adornar que para opinar, Coustarot decidió hablar, conducir y preguntar.

Y lo hizo con una mezcla de profesionalismo, empatía y autoridad que la llevó a programas emblemáticos como Siglo XX Cambalache, junto a Fernando Bravo, un clásico televisivo de los 90 que combinaba actualidad, historia y entretenimiento.

La mujer que siempre marcó su propio ritmo

Mientras otros corrían detrás de la fama, Teté eligió otro camino: el de la permanencia. No necesitó escándalos ni declaraciones altisonantes para mantenerse vigente. Su estrategia fue simple y efectiva: trabajo, coherencia y autenticidad.

En radio, condujo programas exitosos como Qué noche, Teté, y en televisión se consolidó como una referente de la conducción femenina con estilo.

Pero su secreto, dicen los que la conocen, es la serenidad. En un mundo mediático donde muchos se apuran a gritar para no ser olvidados, Teté aprendió que el silencio también puede ser poder.

De la Patagonia al corazón de Buenos Aires

Teté no reniega de sus orígenes. A pesar de haberse instalado hace décadas en la capital, mantiene su acento del sur y su vínculo con la región. "Soy de General Roca, y eso no se olvida", suele decir.

En cada entrevista, reivindica sus raíces, quizás como una forma de recordar que su historia empezó lejos de los flashes y las luces del espectáculo porteño.

Su llegada a Buenos Aires fue una apuesta fuerte: sin contactos, sin padrinos mediáticos y en una época donde el machismo dominaba los medios. Sin embargo, su inteligencia y determinación la convirtieron en una figura respetada, incluso entre los productores más exigentes.

Hoy, cuando muchas caras nuevas aparecen de la nada, Teté Coustarot representa una marca personal sólida, construida paso a paso, sin marketing forzado ni redes sociales como trampolín.

Elegancia sin moldes

En lo personal, Coustarot siempre fue fiel a sí misma. Nunca se casó ("no lo sentí necesario", explicó más de una vez), pero mantiene desde hace más de veinte años una relación estable con el empresario Carlos Gaziglia. Es madre de Josefina y abuela, pero su identidad no se reduce a los vínculos familiares. "La independencia también es amor propio", dijo en una entrevista reciente.

En tiempos en que la vida privada suele exponerse como parte del negocio, Teté optó por mantener un perfil bajo. No se la ve en escándalos, no protagoniza cruces mediáticos, y sin embargo su nombre sigue despertando admiración en distintas generaciones.

Un ícono urbano con raíces provincianas

La imagen de Teté Coustarot encarna una síntesis muy argentina: la mujer del interior que conquista la gran ciudad sin perder su esencia.

Dejó el perfume de los manzanos para caminar las avenidas de Buenos Aires, pero no cambió su forma de mirar el mundo. En un medio donde los reflejos son efímeros, ella aprendió a reflejarse sin distorsión.

Hoy, sigue activa en radio, televisión y eventos, y es considerada una de las figuras femeninas más influyentes de los medios argentinos. Su nombre es sinónimo de profesionalismo, elegancia y respeto.

Mientras muchas persiguen la fama fugaz, Teté eligió la vigencia silenciosa, esa que no necesita trending topics para ser recordada.

El legado de una mujer moderna

Teté Coustarot no solo fue una cara bonita en la televisión, sino una de las primeras mujeres que entendió el poder de la imagen sin resignar contenido. Supo combinar la moda con la palabra, el glamour con la inteligencia, y la cámara con la voz propia.

A más de cinco décadas de su debut, su presencia sigue marcando un modelo distinto de éxito: el de la mujer que se impone sin gritar, que avanza sin atropellar, y que deja huella sin escándalo.

Su historia es la de una patagónica que conquistó Buenos Aires con estilo, elegancia y determinación. Y aunque muchos nombres del espectáculo se apagaron con los años, Teté sigue ahí: vigente, lúcida, auténtica.

Porque las modas pasan, pero la clase (como la de Teté) no se improvisa.

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